Un ejemplo de mujer luchadora, que a través del arte ha hecho resistencia al racismo y a la discriminación. Conozcamos un poco de su historia:
Como suele sucederles a los personajes destinados a ser inmortalizados por la historia, algún día la vida de la pianista Teresita Gómez, que pronto cumplirá 76 años, se consignará en un volumen biográfico o en un largometraje no exento de anécdotas extraordinarias y novelescas. “De mí se ha dicho y se ha inventado de todo”, me dice con voz sabia, siempre alegre y sincera.
Pero la vida y la obra de Teresita han sido tan extraordinarias que sus futuros biógrafos no tendrán que romantizarla. Los hechos hablarán por sí solos e hilvanarán una historia llena de enseñanzas para futuras generaciones de músicos. Cuando esa historia se difunda, el nombre de Teresita Gómez, y todo lo que su vida y obra representan, será el de uno de los personajes más trascendentales y ejemplares de la historia de Colombia. Si esta última afirmación le suena exagerada al lector, lo invito a leer este recuento breve de su vida.
Su historia empieza en 1943, año en que María Cristina González, una madre soltera que acababa de cumplir dieciocho años, dio a luz a una bebé de ascendencia afrocolombiana en el hospital San Vicente de Paúl de Medellín. Se ha dicho que esa bebé fue abandonada en una canasta a la entrada del Palacio de Bellas Artes, pero la verdad es que quedó al cuidado de los médicos del hospital, y a la espera de alguna persona interesada en adoptarla, pues su madre no se sentía en condiciones de criarla.
Poco tiempo después, un señor llamado Valerio Gómez y su esposa, María Teresa Arteaga, recibieron a la bebé en adopción y la bautizaron con el nombre de Teresa Gómez Arteaga.
De estirpe muy humilde, los Gómez Arteaga trabajaban como celadores del Palacio de Bellas Artes de Medellín, lugar donde también tenían su casa. Por eso Teresita recuerda que siendo aún muy pequeña acompañaba a su padre con frencuencia a hacer las rondas nocturnas de vigilancia. Esos recorridos la acercaron al piano de cola: dado que estaba prohibido usar el piano sin permiso de los profesores, ella se sentaba a tocarlo a escondidas, muy tarde en la noche y con su padre como cómplice, para que nadie se diera cuenta de que la niña negrita del celador estaba rompiendo las reglas.
Tomado de: https://especiales.revistaarcadia.com/homenaje-a-la-pianista-teresita-gomez/index.html